El mundo del coaching es fascinante y tiene un impacto significativo en las personas que lo experimentan. Sin embargo, también es un mundo complejo en el que muchos pueden caer en la trampa de creer que son capaces de todo y perderse en sus propios egos. Esto ha llevado a la proliferación de diversas escuelas, algunas con buenas intenciones y sólidas técnicamente. Ante esto, surge la pregunta: ¿qué nos habilita para formar a otros como coach? ¿Basta con haber participado en un programa de formación y haber quedado cautivado por la experiencia?
Tuve la fortuna de formarme en el año 2005 en una de las escuelas de coaching más antiguas y prestigiosas, Newfield Network. Allí aprendí a formar coaches a través de un intenso proceso, acompañado por dos excelentes mentoras: Millaray González en primer lugar, y luego Liliana Bernal. Fueron mujeres extraordinarias, tanto como coaches como compañeras de viaje. A lo largo de más de 12 años, tuve la oportunidad de formar equipos en varios países de Latinoamérica, lo cual agradezco profundamente. Sin embargo, después de todo ese tiempo, tomé una decisión inesperada: en lugar de formar nuestra propia escuela, decidimos dar un paso al costado. La experiencia acumulada nos mostró que el verdadero camino iba en otra dirección...
Hoy, quiero reflexionar sobre algo que me ha estado inquietando desde 1998, antes incluso de formarme como coach. Durante todos esos años, he trabajado en el mundo de las organizaciones, acompañando a equipos y ejecutivos que han pasado por numerosos procesos de coaching. Sin embargo, cuando les pregunto quién fue su coach, dónde se formó o quién lo avala, nadie sabe responder.
Estas líneas sirven como contexto para compartir algunas humildes recomendaciones.
1.- Siempre pregunta dónde se certificó tu coach. Existen innumerables escuelas y programas, por lo que es importante investigar la seriedad del programa. No te guíes únicamente por los títulos y reconocimientos, ya que hay universidades que enseñan coaching sin contar con respaldo alguno.
2.- Pregunta por su nivel de credencialización. Si bien una credencial no garantiza la calidad, te permite saber si la persona que te acompañará ha seguido perfeccionándose después de haber aprendido coaching. La credencial es una señal de formación continua.
3.-Investiga si el coach está afiliado a alguna entidad internacional. Por ejemplo, ICF (28 años), EMCC (25 años), FICOP (8 años), IAC (20 años). Estas son solo algunas de las muchas organizaciones existentes. No afirmo que una sea mejor que otra, pero es importante tener en cuenta cuántos países abarcan y cuántos socios tienen.
Hoy en día, las redes están llenas de ofertas de formación, algunas serias y otras poco confiables, que utilizan conceptos de manera engañosa y confusa para los clientes. Es muy fácil encontrar programas de formación de coaches que utilizan el concepto de "Formación Avalada por ICF" y mencionan las horas CCE. Sin embargo, debes saber que las horas CCE solo indican que califican como formación continua para renovar las credenciales.
Si tienes dudas, te animo a visitar los sitios web de las diferentes federaciones:
ICF (https://coachingfederation.org/) (Capítulo chileno: https://icfchile.cl/)
FICOP (https://ficop.info/) (Capítulo chileno: https://accop.cl/)
EMCC (https://www.emccglobal.org/) (Capítulo local: https://www.emcclatam.org/)
IAC (https://certifiedcoach.org/) (Capítulo chileno: https://certifiedcoach.org/chile/)
Estas líneas buscan crear conciencia y animar a los coaches que hacen las cosas correctamente a seguir por ese camino, al mismo tiempo que instan a aquellos que aún no han dedicado tiempo suficiente a su desarrollo personal a hacerlo, siempre poniendo al cliente en el centro de la atención. Al fin y al cabo, el éxito y los resultados son para ellos, no para nuestros egos.
Y a nuestros clientes, les invitamos a que hagan preguntas, ya que eso les dará una idea de la calidad profesional con la que trabajarán y nos ayudará a elevar el nivel del coaching.